
DÍA DE MUERTOS, CELEBRACIÓN QUE NOS DA IDENTIDAD, DEBE PRESERVARSE
31 octubre, 2022Foto: UNAM. Compartir alimento con vivos y muertos, hace maravillosa esta fiesta.
Fuente: UNAM
Como seres humanos, tenemos la necesidad de pensar si existe algo más allá de nuestra partida de este mundo, pero no solamente desde una reflexión filosófica; podemos tener un acercamiento biológico, social, legal o cultural, afirma María Angélica Galicia Gordillo, del Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA) de la UNAM.
En la celebración del Día de Muertos todo se combina, incluida la idea europea, de que al fallecer la persona va al cielo o al infierno, según lo bueno o lo malo que fue en vida. Al momento de mezclarse esta concepción con la prehispánica, surge una noción de “muerte no muerta”, de que nuestros seres queridos se van, pero siguen conviviendo con nosotros.
A diferencia del pasado, en la actualidad esta tradición no se asocia con la idea religiosa y casi no se colocan imágenes de ese tipo, ni se reza en los altares. A los jóvenes tampoco les interesa pensar en que los difuntos regresan. Por fortuna, en los pueblos se conserva aún la costumbre de colocar grandes ofrendas y en especial, reunir a la familia, la viva como la que está presente a través de sus fotografías colocadas en un altar.
El Día de Muertos, que se festeja el 31 de octubre, 1 y 2 de noviembre; el primer día, de acuerdo con el calendario católico, corresponde a Todos los Santos, dedicado a los muertos niños; y el primero, a los Fieles Difuntos, los adultos fallecidos. El dos de noviembre las almas visitantes emprenden el retorno.
Regresan a visitarnos
En los altares a los muertos se fusionan las costumbres prehispánicas y las traídas por los españoles: podemos encontrar las calaveras de dulce que nos recuerdan los tzompantli mexicas (o “muros de cabezas”), junto con alguna imagen religiosa (un crucifijo, la Virgen María, un santo). Recientemente, incluso, algunas personas incluyen elementos que antes estaban prohibidos, como imágenes de la “muerte”, venerada en sus inicios por la “gente antimoral”, pero ahora también por personas comunes con la idea de que, si protege a los malos, “también nos puede cuidar a los que nos portamos bien”.
Aunque la costumbre cambia, hay lugares que conservan las formas más tradicionales, como al sur de la Ciudad de México, en las alcaldías Xochimilco, Tláhuac y Milpa Alta, donde tienen una vivencia cultural más profunda, que va más allá de colocar flores y encender una veladora en una tumba; ahí, la gente espera a sus muertos, se fuma un cigarro o se emborracha con ellos, y le dice a los niños que la flama de las velas se mueve porque los visitantes del más allá se llevan la luz.
La celebración tiene variantes por región. La primera de ellas es lo que se ofrenda: en Oaxaca, por ejemplo, no pueden faltar los tamales en hoja de plátano; en Yucatán, la cochinita pibil, en Michoacán los adornos en los panteones, o el Xantolo del estado de Hidalgo. Lo importante para este festejo es colocar la comida y bebidas que les gustaban a los finados, y compartirla con los vivos en sus recuerdos.
Expresión viviente
Según el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas, la ofrenda de muertos debe tener varios elementos esenciales: agua, que se ofrece a las ánimas para que mitiguen su sed después de su largo recorrido y fortalezcan su regreso; sal, elemento de purificación, con la finalidad de que el cuerpo no se corrompa en su viaje de ida y vuelta para el siguiente año; velas y veladoras, para que puedan llegar a sus antiguos lugares y alumbrar el regreso a su morada.
También copal e incienso, fragancias de reverencia; flores, símbolo de la festividad por sus colores y estelas aromáticas; petate, para que las ánimas descansen; pan, como ofrecimiento fraternal; los retratos de los recordados, y en el caso de los “muertos chiquitos”, juguetes y dulces, entre otros elementos.
En 2008, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura declaró esta festividad como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, por su importancia y significado ya que se trata de una expresión tradicional -contemporánea y viviente a un mismo tiempo-, integradora, representativa y comunitaria. La festividad es reconocida a escala mundial; es un elemento que nos da identidad como mexicanos y por eso es importante conservarlo.