INDUSTRIALIZACIÓN DISCONTINUA SE MANIFIESTA EN DESIGUALDAD

INDUSTRIALIZACIÓN DISCONTINUA SE MANIFIESTA EN DESIGUALDAD

15 septiembre, 2021 0 Por Rene Davila

Foto: UNAM. Durante 200 años en México ha impactado la prosperidad de la población.

Fuente: UNAM

Después de la guerra civil que trajo la Independencia, la economía mexicana enfrentó diversos problemas: pérdida de vidas, destrucción de activos, fuga de capitales, desarticulación del mercado y un cambio radical en las instituciones de la cosa pública (término que engloba todos los asuntos que interesan al estado).

Se rechazó una herencia de prácticas administrativas en la gestión fiscal, quedando en manos de una administración inexperta, que rebajó la complejidad y diversidad de la carga fiscal pero también los ingresos del gobierno, provocando una larga crisis fiscal del nuevo Estado, que el historiador Luis Jáuregui ha llamado “penuria sin fin”: Una nación rica y un Estado pobre, consideró el economista universitario, Antonio Ibarra Romero.

El gran problema de la economía mexicana, a lo largo de 200 años, sigue siendo la desigualdad. A pesar de ciclos de prosperidad relativa, la brecha de desigualdad se mantiene. Si la economía en el país es próspera, la desigualdad se atenúa, pero no cesa; si aquella declina, la situación social y económica desigual entre ciudadanos se agudiza, esa sería la gran constante en estos dos siglos, una economía que no ha resuelto el problema de la distribución de la riqueza”.

Una vez roto el monopolio comercial español en México, el cual tenía diversas fracturas al momento de la Independencia, se produjo la configuración del país en un conjunto heterogéneo de economías regionales, las cuales tenían distinta vocación productiva y diversa articulación con la economía global. Las mineras prosperaron, las agrícolas declinaron.

Modernización industrial a saltos

El primer brote de industrialización “moderna” como política de Estado, se produjo en los años de 1830-1840 mediante el Banco Nacional de Avío –primera institución de fomento industrial de la historia económica de México–, que fuera implementado por Lucas Alamán, quien apostaba por un modelo alternativo al dirigido por la minería y con un amplio impacto regional.

México tuvo una “industrialización a saltos” que limitó los beneficios acumulados, tras el fracaso del proyecto del Banco de Avío, al que siguió una Dirección General de Industria sin capacidad de movilizar capitales y regular incentivos fiscales; sin embargo, legó polos de crecimiento industrial en distintas regiones del país, los cuales fueron retomados por empresarios locales.

Hasta el porfiriato, las estimaciones macroeconómicas fueron deficientes y las historias construidas sobre el “atraso mexicano” basadas en esas fuentes, han caído en la trampa de la medición macroeconómica, “lo que nos ha dado la impresión de que México se atrasó económico en la primera mitad del siglo XIX”. Los costos sociales fueron altos para las comunidades campesinas y el patrimonio de los bienes nacionales, usados como palanca de la inversión privada, lo que produjo críticas de opositores porque los recursos de la nación fueron trasladados a manos de particulares.

El Estado encontró una palanca eficiente para la privatización de recursos y con ello hacer crecer las economías. “Más tarde tuvimos polos de industrialización global, como el henequén, fincado en la agricultura comercial y extensiva –con un catastrófico costo ecológica en Yucatán–, a través de la cual se desarrolló toda una economía local y regional, que introdujo no solo el cultivo sino también la tecnología industrial para el desfibrado, hilado y tejido del henequén”. “Se desarrolló un sistema de transporte de esa fibra: una red ferroviaria entre las haciendas henequeneras, las ciudades y los puertos, e incluso un sistema bancario local.

A partir de 1940, el proyecto de modernización industrial de México tuvo éxito en el mercado interno, gracias a la disponibilidad del hidrocarburo. “Hay que aprender que en la historia esos ciclos tienen una duración, por ejemplo, el fin de ese modelo que se llamó ‘el milagro mexicano o desarrollo estabilizador’, se produjo precisamente cuando los precios internacionales del petróleo declinaron y, sobre todo, cuando la productividad de la economía mexicana se estancó”.

En 1976 la “burbuja financiera” arrastró a las finanzas públicas y a las deudas privadas, hasta la depreciación de la moneda, ciclo que concluyó en 1984; fue el momento en el que la economía entró en ese túnel de crisis maquilladas, manejadas superficialmente, donde las finanzas públicas resistieron la presión cambiaria hasta colapsar la deuda.