PANDEMIA, OPORTUNIDAD PARA DESCENTRALIZAR LA EDUCACIÓN
28 octubre, 2021Foto: Internet. Hora de que las y los docentes ejerzan su autonomía profesional.
Fuente: Ibero
La pandemia de COVID-19 es una oportunidad para profundizar una descentralización educativa, que permita acercar la toma de decisiones a donde tiene lugar el hecho educativo, la escuela, consideró Sylvia Schmelkes del Valle, vicerrectora académica de la Universidad Iberoamericana (Ibero) Ciudad de México, al participar ayer en La educación: retos de hoy y oportunidades para mañana, conversatorio organizado por El Colegio Nacional.
Es hora de permitir a las y los docentes ejercer su autonomía profesional, es decir, que los esfuerzos del sistema educativo deben transitar del control y del apego a las normas centrales, al apoyo al desarrollo profesional docente in situ, en la propia escuela, para que puedan tomar las mejores decisiones educativas en su contexto, en su entorno específico y en consideración de las necesidades propias de sus estudiantes.
Propone tres rupturas para enfrentar los retos educativos de México. La primera, es con los criterios de distribución de los recursos; la segunda, es con la relación entre el Estado y los docentes, hacia una actitud de respeto a su profesionalismo y de apoyo por encima del control; y la tercera, “es una ruptura con nuestra visión de unidad nacional centrada en la uniformidad, hacia una que reconoce el valor de la diversidad”.
La capacidad de enfrentar los retos educativos: La primera causa es, la ausencia de una política de equidad en materia educativa. “Sabemos que las principales razones de la desigualdad educativa son socioeconómicas, pero a pesar de que sabemos eso, seguimos distribuyendo los recursos de todo tipo, financieros, materiales, humanos, de apoyo, en forma directamente proporcional a la riqueza o pobreza de la entidad federativa, de la zona escolar, de la escuela”. No sólo no se realiza una distribución igual para todos, que se obtiene cuando el gasto per cápita de cada estudiante se le da a cada escuela en función de su matrícula, sino que además se hace lo contrario, al darle menos a los que menos tienen y que más lo necesitan; y tampoco se cuenta con suficientes mecanismos financieros para compensar las desigualdades del entorno.
La muy incipiente, precaria o deficiente profesionalización de los docentes: En México, la calidad de la formación docente está estancada desde hace muchos años, y la formación en servicio que podría suplirla aduce altas y bajas, y está inadecuadamente enfocada a que los docentes tomen cursos que después tienen poca aplicabilidad en sus contextos específicos. La profesionalización implica autonomía en el ejercicio docente, pero un currículum nacional sobrecargado no permite que las y los profesores ejerzan su autonomía en el aula, porque la prioridad está en cubrir el currículum -de eso tienen que rendir cuentas-, no en asegurar una educación significativa y culturalmente relevante a los estudiantes en una realidad tan diversa como la de México.
Algo similar ocurre con el personal directivo, que cuenta con pocos márgenes de maniobra, y aunque hay una tendencia a que se vayan ampliando, todavía son muy estrechos. Entonces no tienen la posibilidad de decisión que les permita vincular significativamente a su escuela con las aspiraciones y condiciones de la comunidad a la que sirven. Asimismo, un docente profesional debería tener libertad de asociación profesional.
Ciertamente no se carece de ella, pero la verdad es que hay pocas asociaciones propiamente profesionales de docentes en México, pues quienes tienen el “monopolio” de la asociación de los maestros son los sindicatos, cuyas actividades, “muy legítimas”, son de defensa de los intereses laborales, es decir, son de naturaleza distinta a las profesionales.
Otra cuestión es que en México las y los docentes no cuentan con un código de ética explícito, que defina con claridad los principios que deben regir su ejercicio profesional y las conductas que son inaceptables desde el punto de vista de este gremio; entonces juzgar estas conductas sigue siendo una atribución discrecional de los sindicatos.
La tercera causa es, la insistencia en mantener un sistema educativo centralizado y con un solo programa educativo: Un currículum uniforme para toda la población que cursa el nivel de educación básica, en un país donde la diversidad cultural, lingüística y geográfica es inmensa. Además, no permite el ejercicio de la autonomía profesional, porque “este afán” por la centralización conduce a la sobrecarga administrativa a los docentes y a las escuelas, que deben demostrar que se apegan a normas centrales. “Y lo más grave, a la falta de relevancia de lo que la escuela entrega a los estudiantes que no responden al modelo de estudiante de las zonas urbanas de clase media, que es lo que está detrás, en la mente de quienes elaboran mayormente el currículum vigente”.
El sector nacional con el que “más dramáticamente” se experimenta esta falta de relevancia es el indígena. A ellas y ellos, los indígenas, muchas veces ni siquiera se les reconoce que hablan una lengua diferente, y menos se considera el acervo cultural de sus pueblos como materia de aprendizaje. Esta realidad es “escandalosa” en un país que se define como pluricultural y que debiera tener como función fortalecer las lenguas y las culturas que lo hacen diverso.