EL CONCEPTO DE VIVIENDA DE INTERÉS SOCIAL, EN EL OLVIDO

EL CONCEPTO DE VIVIENDA DE INTERÉS SOCIAL, EN EL OLVIDO

21 julio, 2023 0 Por Rene Davila

Foto: UNAM. Si en lugar de su valor de cambio importara su valor de uso, no habría tanta gente sin tener dónde vivir.

Fuente: UNAM

El modelo de construcción masiva de vivienda que se desarrolla en México a partir del año 2000 es un éxito, en términos económicos para empresas inmobiliarias y fondos públicos, pero un fracaso en el ámbito social, porque las condiciones de la población que ha adquirido un crédito hipotecario se han mermado.

Actualmente, añadió Luis Alberto Salinas Arreortua, investigador del Instituto de Geografía de la UNAM, se requiere otra forma de entenderla. Para ello es prioritario dejar de considerarla como mercancía, y darle importancia por su valor de uso y no de cambio.

Estableció en entrevista, que el mercado hipotecario en nuestro país es altamente lucrativo, y ha representado numerosos problemas para la población. Los costos de los créditos hipotecarios son elevados, por ejemplo, las tasas de interés en el Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda (INFONAVIT) llegan a ser altas, de 9 o 10%, casi igual que en los bancos.

Mientras que los créditos hipotecarios emitidos por el Fondo de la Vivienda del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE) están indexados a la Unidad de Medida y Actualización (UMA), lo que provoca que año con año se incremente el monto total de la deuda.

De acuerdo con la Encuesta Nacional de Vivienda (2020), de los 35.3 millones de viviendas particulares habitadas, 57.1% son propias pagadas; 16.4 rentadas; 14.2 prestadas por familiares, amistades o por el trabajo; 10.7 propias, pero siguen abonándose; y 1.7% está en otra situación.

En general, 65.4% de las particulares habitadas propias utilizan recursos suyos para su adquisición y 18.0% emplea crédito de Infonavit. Cuando se analizan solamente las adquiridas nuevas o usadas (8.5 millones), se observa que 48.6% se financian con ese crédito, 38% con sus propios recursos y 14.8 utilizan de instituciones financieras privadas.

Para comprar un sitio para vivir una familia requiere de un crédito hipotecario, que solicita en un banco o en un fondo público, es decir, INFONAVIT y FOVISSSTE.

El mercado hipotecario ha sido totalmente lucrativo para los fondos públicos, pero ha empeorado las condiciones de las familias e incidido en su calidad de vida, porque varias viven en las periferias, en zonas mal ubicadas, lejanas, donde no hay escuelas, centros de salud, equipamiento, abastecimiento de agua, buen drenaje o transporte, lo cual propicia gran cantidad de inmuebles abandonados.

En México hay 6.1 millones de propiedades deshabitadas, según el Censo de Población y Vivienda 2020. El universitario encontró acuerdos de facto entre las empresas inmobiliarias para “repartirse” los municipios. Por ejemplo, Casas Geo fue la constructora de cerca de 70% de las que se edificaron de 2000 a 2019 en Zumpango; Sadasi predomina en Tecamac; y Casas Beta, relacionada con Homex, en Huehuetoca, por ejemplo.

En América Latina, incluido México, hay una idealización de la vivienda propia; se realiza todo el esfuerzo para adquirirla, aunque sea en la periferia, porque en el imaginario colectivo eso es sinónimo de estabilidad y éxito laboral.

En México se ha olvidado por completo el concepto de vivienda de interés social. Si en lugar de su valor de cambio importara su valor de uso, no habría gran cantidad de viviendas abandonadas o que no se han vendido, ni el número de población que no tiene dónde vivir. “El artículo 4 de la Constitución establece que todo mexicano tiene derecho a una vivienda digna y decorosa, pero se incumple”.

En algunos países en Europa, los gobiernos suelen ser propietarios de viviendas que alquilan a bajo costo a quienes realmente lo necesitan, sin lucro. En contraste, en América Latina nos cuesta trabajo pensar en otras formas de acceso, como la colectiva.

Recomendó a las personas que tienen contratado un crédito hipotecario, acercarse a los fondos públicos para conocer la posibilidad de modificar su deuda, y cambiarla de salarios mínimos (INFONAVIT) o UMA (FOVISSSTE) a pesos.  Y a quien lo va a adquirir, informarse bien acerca del compromiso que representa una deuda hipotecaria.