HUACHICOL, NORMALIZACIÓN Y ANOMIA, LOS FACTORES DE LA TRAGEDIA

HUACHICOL, NORMALIZACIÓN Y ANOMIA, LOS FACTORES DE LA TRAGEDIA

21 enero, 2019 0 Por Rene Davila
Cualquiera se siente en libertad de transgredir el orden establecido.

Cómo se convirtió en un comportamiento ‘normalizado’.

Un Estado sin normas provoca inestabilidad en las relaciones de grupos y sociedades.

Fuente: Ibero

Cientos de pobladores del municipio de Tlahuelilpan y de ocho localidades cercanas, en el estado de Hidalgo, entre 700 y 800 de acuerdo con lo reportado por el personal militar que se encontraba en la zona, acudieron a recolectar la gasolina que escapaba de una toma clandestina ubicada en el kilómetro 226 del ducto Tuxpan-Tula, de Petróleos Mexicanos (Pemex), como si se tratara de un día de compras, con fatales consecuencias como se sabe. El saldo hasta la mañana del 21 de enero era de: 89 personas fallecidas, 51 hospitalizadas y 67 más desaparecidas.

Las acciones de dichos pobladores no son de extrañar, pues las actividades delictivas relacionadas con el robo y venta de combustible son conocidas en México desde hace algunos años. Durante el último sexenio, en numerosas ocasiones, tanto el gobierno federal como los medios de comunicación dieron cuenta del fenómeno sin que se informara, al mismo tiempo, de una estrategia eficaz para terminar con el problema. Las constantes imágenes de pobladores recolectando el combustible con cubetas y todo tipo de recipientes, terminaron por crear en la ciudadanía la percepción de que se trataba de hechos cotidianos incontrolables, en los que tanto las bandas del crimen organizado, las autoridades y policías federales, estatales y municipales, así como la población misma participaban de este ilícito sin que se pudiera evitar.

Sin embargo, no se trata aquí de analizar cómo la ciudadanía comenzó a ver el fenómeno del huachicol como algo ‘normal’, sino cómo se convirtió en un comportamiento ‘normalizado’ para los pobladores que por hambre, desesperación o sentido de oportunidad acudieron, sin ningún prurito moral, pero, sobre todo, sin ninguna precaución, a robar el combustible que salía a borbotones por el ducto mencionado. Como comentó el alcalde del municipio de Tlahuelilpan, Juan Pedro Cruz Frías, en entrevista con Ricardo Moya, Alicia Perea y Dinorath Mota, del periódico El Universal, en el reportaje publicado el domingo 20 de enero y titulado ‘El amanecer que nunca acaba en Tlahuelilpan’, el accidente se debió a la “normalización del robo de combustible y a la actuación de la ciudadanía”.

Se sostiene aquí, que las actividades delictivas propiciadas no sólo por el crimen organizado sino directamente por miembros de los tres niveles de gobierno, así como el amplísimo margen de impunidad, alrededor del 95%, que impera en el país, crearon una situación de ‘anomia’ tal, que para un alto número de personas es difícil separar aquellas acciones que contravienen las reglas de convivencia y los ordenamientos legales de las que no. Esto es, ante la falta de reglas claras y de directrices que señalen quién debe hacer qué, y de las sanciones que se deben aplicar en caso contrario, se ha creado en México el caldo de cultivo perfecto para que cualquiera se sienta en libertad de transgredir el orden establecido.

La anomia es un concepto propuesto por el sociólogo francés Emile Durkheim, hacia finales del siglo XIX, primero en su obra La división del trabajo social (1893), en la que sostuvo que «un Estado sin normas hace inestables las relaciones del grupo, impidiendo así su cordial integración», y después en su texto El suicidio (1897), en el cual demostró que el suicidio puede tener como una de sus causas principales la falta de normas. Es evidente que las situaciones de anomia que enfrenta el país no se derivan sólo de una sociedad incapaz de clarificar y hacer cumplir sus propias normas, sino de un entramado que involucra a todo el Estado. Entramado que poco a poco ha ido creando las condiciones necesarias para que la gente se sienta ‘con el derecho’ de violar las más elementales reglas de convivencia. Lo mismo aplica para los muchos casos de justicia por propia mano que, al igual que el huachicol, se van normalizando, incluyendo además todas las acciones violentas cometidas por personas organizadas para delinquir o por malhechores solitarios, indicó Ivonne Acuña Murillo, académica del Departamento de Ciencias Sociales y Políticas de la Universidad Iberoamericana (Ibero).